¡Qué cena la de
aquella noche!
Terminada la visita a Buyeo, a su fortaleza, a su roca trampolín de Nakhwaan, a su pozo de la juventud continúa el viaje por carretera hacia el sur, con extensos arrozales
enmarcados por montañas, y comenzamos a ver plantaciones de arroz, de gochujang
y de ginseng.
De
la provincia de Chungcheongnam-do pasamos a la de Jeollabuk-do (mirar mapa), con extensos arrozales enmarcados por
montañas por un lado, y por otro por el litoral costero, al que nosotros no llegaremos a ver ni desde el coche; por eso esta región
suroccidental es conocida como el granero de arroz de Corea, lo que también ha
repercutido en el desarrollo de la cocina coreana, de hecho el bibimbap es originario de la provincia.
Un
dato histórico de importancia es que la dinastía Joseon tiene sus orígenes en
Jeonju, la capital de la provincia.
La
rebelión Donghak de 1893 tuvo lugar principalmente en esta provincia, donde una
muchedumbre de campesinos y esclavos portando armas de fabricación casera
tomaron la fortaleza de Jeonju y derrotaron al rey Gojong, exigiendo la
liberación de los esclavos, un mejor tratamiento de la gente de baja cuna o chonmin, la redistribución de la tierra,
la abolición de los impuestos sobre el pescado y la sal, y el castigo a los
funcionarios corruptos del gobierno (¡cielos!, si es que la historia es un
círculo vicioso y en España vivimos tiempos de ayer).
Jeollabuk-do
además es la cuna del pansori, un
drama musical interpretado por un vocalista y un percusionista que ha sido
reconocido como Patrimonio Intangible por la Unesco en el 2003.
Nuestro
destino y donde pasaremos las dos próximas noches es Jeonju, la séptima ciudad más poblada de Corea, que nos recibe con
un bonito abanico ya que en la ciudad se fabrica un buen hanji, pero que no conseguimos captar en fotografía como
corresponde.
Lo
primero es ir al hotel, que fue un cambio que no hicimos y allí me arrepentí,
porque esta logística es responsabilidad mía, aunque sinceramente la opción que
hubiera elegido (estuve a un tris que se dice) hubiera sido la más incómoda
para cargar con las maletas, ya que no íbamos de mochileros precisamente y no
es que fuera más cómoda, es que era la que correspondía a Jeonju y a su ambiente.
El
hotel del tour es el Jeonju Core Riviera Hotel, que en la recepción no está
mal, pero los pasillos de las habitaciones me recuerdan a la película de El resplandor, por un momento hasta puedes ver a las gemelas al fondo del pasillo invitándonos a jugar con ellas para siempre. Las habitaciones no son
nada del otro mundo, son amplias y las camas no resultaron incómodas, que era
el mayor temor; en el baño los adminículos de aseo escasos pero adecuados.
En
el ascensor nos llama la atención la numeración, el piso cuatro no existe, y es
que este número es de mala suerte para los coreanos. La razón es porque cuatro
se pronuncia sa y suena igual que la
palabra china que significa muerte. Nosotros tememos el número trece, por
aquello de los comensales de la última cena con Jesucristo y ellos el número
cuatro, supongo que en otras culturas habrá otros números.
Lo
mejor del hotel es su situación, al lado del bien conservado Pueblo Hanok de Jeonju, con más de 800
casas tradicionales coreanas llamadas hanok,
lo que le convierte en una de las mayores concentraciones de estas
construcciones que existen en Corea del Sur. Ya pasearemos por él con más
detenimiento y calma.
Después
de soltar las maletas y darnos una ducha, que hemos vivido a continuo remojo
refrescante, salimos a pasear, y ante la duda de tomar la primera calle a la
derecha saliendo del hotel, ya que según el mapa era pero la apariencia física
no parecía que fuera, decidimos caminar toda la calle abajo, encontrándonos una
curiosa parada de autobús, no la parada en sí, sino la comodidad de un elemento para esperar el transporte.
Ahora
a conciencia pasamos de largo la calle que se introduce en el pueblo hanok, donde asoman sus tejados negros
picudos, y una tortuga con estela que no creo que sea funeraria, saluda a la entrada.
Continuamos
nuestro camino al lado de la carretera, que aunque no es el sitio más agradable
es el que nos conduce a donde queremos, y por eso esta vez nos saltamos la
indicación más clara, aunque no tanto porque esa escalera hacia arriba no
apetecía mucho y el camino estrecho también podía acabar truncado.
Al
final del camino, junto al arroyo Jeonjacheon se encuentra el Jeonju Traditional Culture Centre, que
por la hora que era estábamos seguros que como centro cultural estaría cerrado,
pero nosotros confiábamos en que el restaurante que aloja estuviera abierto, ya
que podría haber sido una interesante opción para la cena.
Paseamos
junto al arroyo, por la calle Jeonjucheondong-ro, que no es un paseo
especialmente bonito, ni por el arroyo ni por las casas avejentadas, que no
históricas, que se encuentran a la orilla, pero descubrimos uno de los grandes
aciertos de los coreanos: los lugares para descansar, todo vale, como ya hemos
visto en la parada de autobús con un sillón, ahora hacen pequeñas plataformas
sobre las que plantan colchones o los colocan directamente en el suelo, que no
resultan estéticos pero sí prácticos.
Volvemos
a saltarnos otra entrada al pueblo hanok mientras la noche comienza a hacer acto de presencia.
Llegamos
hasta el puente Namcheongyo, con una
estructura similar a un pabellón alargado sobre él.
Ahora
sí entramos en el complejo del Pueblo hanok de Jeonju por la calle Eunhaeng-ro y
disfrutamos enormemente del pequeño paseo nocturno, de las casas hanok en las
que se han instalado hoteles guesthouses, restaurantes, tiendas de souvenirs,
centros culturales o se han mantenido como viviendas particulares.
El
paseo por el pueblo hanok no es sólo para conocerlo que ya lo haremos con luz diurna, estamos buscando un
restaurante para cenar ya que en el centro cultural no lo hemos podido hacer,
encontrando que hay muchos restaurantes occidentalizados y decorados a todo lujo,
pero el que buscábamos en suplencia se encuentra instalado en una bonita casa
hanok, su nombre, Jeonju Hyang, en la
calle Eunhaeng-ro.
Entramos
y preguntamos si podíamos cenar, la señora que nos atiende no entiende nada de
inglés pero es muy amable, nos deja la carta con traducción de los platos en
inglés afortunadamente. Las mesas son típicas coreanas, es decir, a sentarse en
el suelo cómo mejor nos podamos acomodar para aquellos que tenemos problemas de
rodillas y de espalda, pero el fin justifica el esfuerzo.
La
idea original era comer un clásico bibimbap
ya que es tan famoso en la provincia pero no lo encontramos en la carta como tal,
así que decidimos un poco a la ligera y este fue el resultado, eso sí, picante
a rabiar. Si el bibimbap lleva arroz, verduras, carne y gochujang, este plato lo tiene todo mezclándolo en el cuenco personal de
arroz, solo faltaría el aceite de sésamo, que podría haberse usado para freír
la carne.
Hagamos
un pequeño desglose de ese maravilloso mundo del banchan. Una pequeña tortilla a la coreana, que se hace con harina de trigo, huevo y
cebolleta en su versión básica. Este es uno de los platos que más
nos han gustado, el nombre de esta tortilla es jeon y se puede cocinar con todo tipo de ingredientes.
Encurtido
de tiras de calabacín muy finas y tiras de calabaza. Al igual que en Japón en Corea son muy aficionados a los encurtidos, y casi nunca falta en la mesa un banchan presentado de esta forma.
Por
supuesto no faltaba el típico y tópico kimchi.
Intentamos
pedir cerveza pero no nos entiende, así que saco la guía con los nombres de
comidas y bebidas en coreano para enseñárselo, pero allí no sirven cerveza (mekju) y
nos ofrece makgeolli, un vino de
arroz sin refinar que nos sirve muy frío, de color blanquecino como el propio
arroz y que a mí me gustó mucho, no es dulce ni amargo pero tiene un sabor muy particular, que al principio se puede rechazar pero al que luego te acostumbras y te lo bebes muy bien, y además tan frío entraba mejor.
Este licor es de los más antiguos que se fabrican en Corea cuyo proceso de elaboración es el siguiente: se hierve el arroz; se deja secar; se mezcla con harina y agua; y finalmente se deja fermentar.
Para brindar se utiliza la expresión Gan Bae! (que suena a algo parecido a Konbe, con lo que es fácil aplicar una regla nemotécnica para recordarlo, "Con b de brindar".
Este licor es de los más antiguos que se fabrican en Corea cuyo proceso de elaboración es el siguiente: se hierve el arroz; se deja secar; se mezcla con harina y agua; y finalmente se deja fermentar.
Para brindar se utiliza la expresión Gan Bae! (que suena a algo parecido a Konbe, con lo que es fácil aplicar una regla nemotécnica para recordarlo, "Con b de brindar".
Cenamos
francamente bien, aunque yo salí con la boca ardiendo a pesar de los lingotazos
que bebí de makgeolli. Bien cenados y
contentos emprendimos el camino de vuelta al hotel, ahora sí, por el camino más
corto. Nuestra primera toma de contacto con Jeonju ha resultado exitosa.
A ver si conseguimos mejorar esta visita a Jeonju, de momento fatal, película de miedo y oferta culinaria, que parte de mi anatomía se niega a admitir.
ResponderEliminarPendiente de la continuación, espero que te luzcas.
Enrique, me tendré que esforzar para mejorar tu primera impresión de Jeonju, una de las ciudades, aunque exclusivamente por este Pueblo Hanok, que mejor poso nos han dejado de Corea.
ResponderEliminarLa cena sin picante no hubiera resultado tan sabrosa, aunque algunas partes de tu anatomía, se hubieran quejado de forma alarmante, y afortunadamente ninguna parte de la nuestra se quejó, y eso que alguno (masculino) acabó rebañando el plato y todo.