El pozo de la juventud
Desde
la roca y el pabellón Nakhwaam, al igual que en el templo Bongeunsa de Seúl seguimos el
camino de los faroles, en este caso no son blancos, son de colores y en algunos
está pintada la imagen simpática de Buda infantil.
El
camino conduce al templo Goransa,
construido al final de la dinastía Baekjae al pie de un acantilado sobre el
río, sobre un pequeño terreno, lo que hace que solo conste del santuario, del
pabellón que aloja los dormitorios de los monjes, de otro pequeño santuario, y
por supuesto del pabellón de la campana.
Aunque se encuentra en el mismo monte que la fortaleza Busosanseong no pertenece a la misma ni se encuentra dentro de ella, aunque como no se ven límites ni muralla es difícil de ver esta separación.
En
el exterior del templo hay tejas para reparar el tejado, son donaciones de
fieles o turistas o cualquier persona que quiera colaborar en la restauración,
en ellas se puede escribir un mensaje personal o al mundo.
Las
paredes exteriores del templo nuevamente vuelven a estar decoradas con escenas
de la vida de Buda.
En
el exterior de otro pequeño santuario hay un detalle nuevo en estas pinturas,
la representación del salto de las mujeres cortesanas desde la roca Nakhwaam.
En
el interior, en el altar hay tres estatuas de Buda, una de ellas vestido de
blanco, que no es muy normal, y sobre todo nos llama la atención que sus caras
son diferentes a todas las estatuas de Buda que hemos visto. A ambos lados de las estatuas pequeños nichos con
pequeñas estatuas de Buda, algunos vacíos para que los fieles puedan colocar la
estatua que adquieran, supongo que harán un reciclaje de ellas cada cierto tiempo, tendrán fecha
de caducidad y lugar.
En el techo cientos
de farolillos cuelgan con su colorido alegre.
Casi
a punto de despeñarse por el acantilado, como las cortesanas, se encuentra el pabellón de la campana,
con sus motivos de dragones en las esquinas muy llamativos, con sus lenguas fuera, la pelota roja en el interior de sus bocas, los colmillos afilados...
Detrás
del templo se encuentra el pozo
Goranjeong, del que los reyes de la dinastía Baekjae bebían agua todos los
días, que tenía que ser presentada con una hoja de la planta que sólo crece en
lugares frescos en las rocas del río y los alrededores de la fuente llamada gorancha, que recibe su nombre por el
templo, de modo que las cortesanas
enviadas para esta tarea demostraban que el origen del agua era el que tenía
que ser. De la planta ya no queda ni una hoja, o por lo menos no fuimos capaces
de verla y eso que Sonia se empeñó en mirar y remirar porque lo que soy yo no creo que la reconociera ni teníéndola delante de mis ojos que para esto de la botánica soy una auténtica negada, sólo la vimos en la foto del panel explicativo al lado del pozo. Pero claro si necesita esta planta un sitio fresco para crecer, con la que estaba cayendo era imposible de encontrarlo, que el calor se apropiaba de todo y de todos.
Una
leyenda cuenta que beber de esta agua rejuvenece tres años, y que un anciano
bebió tanta agua que se convirtió en un bebé…yo todavía estoy esperando los
resultados, y hasta con un rejuvenecimiento de un año me daba por satisfecha,
porque estaría en mejor condición física que hoy. Si las aguas milagrosas del templo Kyomizu-dera de Kyoto en Japón y estas de Corea funcionaran estaría estupenda, rejuvenecida y saludable.
Al
subir por el monte Busosan éramos conscientes de los pabellones y lugares que nos dejábamos
pendientes y creíamos que en la bajada algunos podríamos ver, pero detrás del
templo hay un pequeño embarcadero para hacer una mini-travesía por el río
Baengmagang (6.000W) de no más de quince minutos que acerca a otro embarcadero
cercano a un parque de esculturas de la ciudad de Buyeo, con lo que decidimos que veríamos la montaña
desde el agua y nos perderíamos los pabellones.
Más
parece que nos vayamos de faena de pesca que de miniexcursión sin tortilla y sin
jamón.
Desde el pequeño barco se
ve la roca Nakhwaam desde abajo, destacando en las alturas las puntas del tejado de su
pabellón (tenéis que agudizar la vista un poco por el tamaño de la foto).
En
la parte inferior de la mole rocosa hay unas palabras escritas en rojo, pero no
tengo muy claro que señalen la roca propiamente dicha ni el salto de las
mujeres al río.
Otros
barcos decorados más históricamente recorren el río, ya no son tan pescadores
como en el que viajamos nosotros, son más turistas o más realistas…no sé, pero
son coquetos con sus tejados con aleros picudos.
La travesía la hacemos con música de fondo, música tradicional coreana, un pansori.
La
ciudad de Buyeo queda al fondo, casi como una silueta ficticia que fueran a
plegar cuando se acabara la travesía y se fueran los turistas.
Nos ha gustado visitar Buyeo, más bien el monte Busosan y sus construcciones, que sin ser espectaculares arquitectónicamente se compensan por su situación frente al río y sus vistas hacia él.
Fuera de la programación establecida en el tour, y ya que vamos bien de tiempo para llegar a nuestro destino, donde pasaremos la noche, nuestra guía con la colaboración del chófer (deliberaron entre ellos en coreano sin enterarnos nosotros pero comprendiendo por gestos, señales...) intenta que visitemos (entrada gratuita) el Museo Nacional de Buyeo, y hasta allí llegamos. Pero los lunes, y era lunes, cierran, con lo que sólo pudimos ver desde fuera cómo asomaba una pagoda de piedra colocada en el patio exterior.
Como siempre, tus historias y fotos me cautivan.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias Trini!!.
ResponderEliminarUn saludo.